lunes, 30 de marzo de 2020

REFLEXIÓN

Queridos hermanos:
Estamos finalizando esta inédita e inolvidable Cuaresma y nos acercamos a la deseada Pascua del Señor. Hemos cerrado las iglesias, pero no la liturgia ni la oración. La liturgia no se cierra, ni la Pascua se puede hacer esperar. Lo esencial permanece siempre, como el amor. Dios no ha muerto ni morirá nunca. 
Todos sabemos que encerrados no es el modo ideal de celebrar la eucaristía ni el Triduo Pascual, pero esta situación nos podrá ayudar a valorar la función intercesora que todo sacerdote realiza en la celebración de los sacramentos, "in nomine ecclesiae" (en nombre de la Iglesia), cuando no hay nadie y estás solo ante el altar. 
El sacerdote actúa "in persona Christi": es puente entre Dios y su pueblo, intercede por todos, es vínculo de unidad para el pueblo de Dios, que es la Iglesia.
Es admirable estos días la labor silenciosa y casi monacal de tantos hermanos sacerdotes que no aparecen en los medios, que celebran solos la eucaristía en sus iglesias y que rezan por su pueblo, por su feligresía, por sus familias, por sus enfermos... con lágrimas, presentando oraciones y súplicas al que puede salvarnos de toda enfermedad y muerte (cf. Hb 5, 7). Y es admirable la vida de tantos laicos que, más que nunca, ejercen de iglesia doméstica en sus casas, con sus familias. Esta es la valentía y la heroicidad de los obedientes, responsables y disciplinados que se quedan en sus casas. 
Así es como somos ejemplo y modelos a seguir. Puede ser fastidioso e incluso duro, pero lo que vale cuesta. 
También un aplauso muy sentido para la vida contemplativa de clausura que es nuestra más firme línea de defensa y, a la vez, nuestra mejor retaguardia en la libertad de la reja de un convento.
Una vez más quiero insistir: Padre Luis y Padre Antonio celebramos a diario la misa por todos vosotros estéis donde estéis. No olvidéis que os llevamos en el corazón y rezamos por todos. Que Santa María de Guadalupe, patrona de México y emperatriz de las Américas os proteja y bendiga. Os pedimos un Ave Maria diario a Ella que está atenta a nuestros ruegos. Con nuestra bendición, P. Luis y P. Antonio.

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